Venerable Hermano Hermano Victorino Arnaud

Nació en Onzillon (Francia) el 17 de septiembre. Había ingresado hacía poco tiempo en la Congregación de los Hermanos cuando, por motivo de la persecución religiosa al inicio del siglo XX en Francia, fue obligado a exiliarse.

Cuba fue su patria de elección y allá se quedó del 1905 al 1961, cuando otra persecución le obligó a un segundo y más amargo exilio. En Cuba se adaptó de manera maravillosa, encontrando entusiasta acogida a sus numerosas iniciativas apostólicas.

Fue en efecto el fundador:
– de la Asociación La Salle en 1919;
– de la Federación de la Juventud Católica Cubana, masculina y femenina;
– del Hogar Católico Universitario en 1946;
– del Movimiento Familiar Católico en 1953.

De 1961 hasta su muerte, 6 años después, reorganizó entre los exiliados cubanos de New York, de Miami y de Puerto Rico varias Asociaciones. Fue en San Juan de Puerto Rico donde murió el 16 de abril de 1966. De todos esos y de otros permanece aún la santidad diaria; esto es, el haber transformado una existencia sencilla, ligada al lugar y a la simple repetición de gestos y acciones ordinarias, en una donación continua de sí mismos a Dios y a los demás. “La santidad no consiste en las cosas extraordinarias sino en las cosas comunes hechas de manera no común”: éstas son las palabras autorizadas con las que Pío XI, como ya lo hemos recordado, ensalzó en grado heroico el “terrible cotidiano”.

Que se puede recitar en forma de novena, para pedir gracias a través
de la intercesión del Siervo de Dios Hermano Victorino, gran apóstol de la Escuela y de la Juventud.

Señor Dios, que has prometido exaltar a los humildes y hacer brillar como estrellas por la eternidad a aquellos que enseñan a muchos la justicia, dígnate glorificar a tu Siervo el Hermano Victorino, apóstol incansable de la infancia y de la juventud y hacer resplandecer su nombre entre tus Santos.

Multiplica tus gracias en favor de los fieles que te suplican recordándote las virtudes que practicó sobre la tierra.

Que un día podamos ver a la Santa Iglesia honrar su memoria y proponernos en él un nuevo modelo a imitar y un protector más que nos socorra en las fatigas y penas y nos ayude a
alcanzar la bienaventuranza del cielo.

Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre…
(Con la debida autorización – Para uso privado)